martes, mayo 29, 2012

Gus Nielsen: Trazos, Letras y Pinchos.


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Me siento, ahora sí, con el fin de pagar un deuda,  hace meses adquirida con alguien a quien admiro y estimo.   La pago con el placer que hay cuando se habla de quien sirve de ejemplo, y con la pena del que no cumplió con su deber en el momento acordado.
Los que me conocen saben que para mí, Buenos Aires no es una guapa extraña. Ya han pasado aquellos días de nerviosismo previos a la primera cita entre Buenos Aires y este servidor. Ahora, ella y yo somos muy buenos amigos. Visitarla ahora trae consigo el entusiasmo del reencuentro y una sinceridad sin máscaras, donde ella y yo nos desprendemos de nuestras máscaras.
Definitivamente, en esta relación, yo soy el que más gana. Camino por las calles bonaerenses, sin mapas y fin destinos exclusivos para turistas. Me deleito en su cotidianeidad, en la rutina de sus barrios y en sus cafés de paso.
El pasado marzo,  un encuentro contundente entre Roger Waters y yo me desplazó nuevamente a ese Buenos Aires que nunca dejaré de querer;  y eso me sirvió de coartada para cumplir con otra encuentro de igual o mayor trascendencia.
A diferencia de mi viaje anterior, en el que Buenos Aires se mostró ante mí, como un personaje seductor,  este viaje fue mucho más humano. La ciudad cedió su protagonismo a sus habitantes, tal como debe ser. Fue así como me adentré en sus barrios, a través de sus calles con la firme intención de convertir a Buenos Aires en el escenario de un encuentro entre dos amigos que por primera vez se toparían cara a cara.
Chacarita es un barrio bonaerense que es una mezcla entre La Mariscal quiteña y el Barrio Orellana guayaco. En él, la vida transcurre bajo la sombra de los árboles, los cafés y los almacenes. Los turistas no son una especie muy común en este entorno. Es justo ahí donde Gus Nielsen tiene su “Galpón Estudio”, una oficina de arquitectura en la que arquitectos, artistas conceptuales y diseñadores gráficos trabajan sus propuestas. Tal como su nombre lo dice, este estudio arquitectónico está ubicado en un galpón, justo detrás de una casa que evoca tiempos ya desaparecidos en la capital Argentina.
milanesa con papas
La amistad con Gus surgió a través de la web. Antes de conocernos, ya conocíamos nuestras ideas.  Me llamó la atención su condición fluctuante de escritor y arquitecto;  un escenario que siempre he deseado realizar en mi vida, y que no creo haber realizado aún. Periódicamente, doy un vistazo a su blog, “Milanesa con Papas”,  con la mórbida curiosidad de averiguar cómo logra el malabarismo entre los trazos y las letras. La respuesta no puede ser más obvia: con sencillez. Milanesa con Papas no es un blog teorizador, con intenciones de revolucionar la arquitectura. En lugar de eso, opta por el camino más sencillo y auténtico de compartir con el mundo las cosas que llenan la vida de su autor.  Proyectos, lecturas, escritos, sketches, fotos, memorias… todos ellos componentes de una vida guiada por la curiosidad, el descubrimiento y alejada de los arrepentimientos.
Gus tiene la suerte de vivir de las letras.  Sus libros le han dado la oportunidad de vivir sin lujos, pero comodidad.  Eso le permite desarrollar una arquitectura no sometida a las presiones del mercado. Escribe y proyecta lo que de él nace, tal como debe ser.
Se acerca a abrirme la puerta, con la serenidad en el rostro del que tiene lo necesario para vivir, del que  no anhela nada más. Saludamos y entramos a Galpón Estudio. Ahí saludo con  Max, Ramiro, Pablo y los demás miembros del equipo. Me entero que Galpón Estudio se dedica solamente a desarrollar propuestas para concursos de arquitectura. Fascinante y envidiable, para quienes no contamos con más de 3 concursos de arquitectura al año, a nivel nacional.  Seguimos conversando, y la tertulia se traslada poco a poco a un pequeño patio, donde comenzamos a armar pichos y luego a ponerlos sobre la parrilla.  En medio de la armada de pinchos, una llamada con una buena noticia: El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires va dar inicio a la construcción de la propuesta que Nielsen realizara para el Monumento Nacional a las Víctimas del Holocausto Judío. No hay duda. Habrá más vino en el almuerzo.
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La plática fluye entre todos durante el almuerzo, de manera impredecible: de la arquitectura, pasamos a recetas de cocina, a noticias, a comparaciones entre el aquí y el allá, pasamos al fútbol y a la política.  Todos los presentes –en su mayoría del Racing- se sorprenden ante mi afinidad por River Plate. De inmediato volvemos a la arquitectura. Me preguntan por Guayaquil, la describo honestamente como es, una ciudad tropical efervescente, que trata de descubrir su identidad detrás de sus máscaras. Yo me quejo ante ellos por la constante imitación guayaquileña al modelo de Miami;  ellos se quejan ante mi ante la imitación bonaerense del   modelo español.
gus y shoa
El vino y los pinchos se acaban mientras las anécdotas sufridas en el ejercicio de la profesión se mezclan con los planes futuros.  Sabemos entonces, que esta reunión se repetirá, con algún plan debajo del brazo. No sabemos dónde, pero al fin y al cabo tampoco importa. Lo importante es saber que no se es el único en contracorriente.
Mientras nuestras respectivas maquinaciones arquitectónicas se definen, aquí les dejo una entrevista que le hice por internet, dos años atrás, cuando aún pensaba en publicar los Mejores Exitos de “Ladrillazos” (más conocidos como “Los 14 Ladrillazos Bailables!”). Espero que la disfruten!
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JD: Cómo te definirías mejor? Como un arquitecto que escribe, o como un escritor que proyecta arquitectura?
GN: Creo que soy arquitecto desde hace tres años. A pesar de que me recibí a los 23 (hoy tengo 47), y trabajé en todo tipo de construcciones, estudios y obras que te puedas imaginar, a pesar de que di clases y asistí a Bienales (no sé por qué los actos de arquitectura siempre son bianuales y los del resto de la cultura, anuales), a pesar de que tuve dos sociedades importantes y maravillosas (una con el arquitecto Jorge Hervé Sorhanet y otra con la arquitecta Viviana Migliori), con los que gané premios, construí viviendas, stands y equipamiento, a pesar de los pesares, recién ahora, hoy, me siento un arquitecto. Tiene mucho que ver haber conocido a Max Zolkwer. Jugamos pinpón juntos. Armamos un estudio. Es un capo que tiene diez años menos que yo y mil más que el resto, y les pasa por arriba como un tren. A todos. Nobleza obliga: soy arquitecto hoy, y me encanta. Soy más arquitecto, hoy, que escritor.
Escritor fui desde mi primer libro, “Playa quemada”. Cada vez que saco un libro soy escritor de nuevo. Cada vez que escribo un cuento nuevo, lo vuelvo a ser. Pero tengo que aprender todo de vuelta, no me siento con bases cimentadas. Ser escritor es pisar siempre en falso, sobre arenas movedizas, mientras que para ser arquitecto ya senté mis bases. Y son dos pozos romanos, uno por pie, de piedra y argamasa.
Soy un arquitecto que escribe.
JD: Hay algún escritor literario, o alguna obra de la literatura universal que te influya en el momento de hacer arquitectura?
GN: Veo un montón de cosas, a veces una obra de arte o arquitectura influye en un texto, a veces un texto hace arquitectura. Es indistinto. Escucho muchísima música nueva y vieja, leo cantidades, viajo todo lo que puedo y miro todo lo que se puede ver de arquitectura. Soy un gran curioso, trabajo de curioso.
La última cosa no arquitectónica que me influyó en un proyecto fue un cuadro de Antonello Da Messina sobre San Jerónimo leyendo, para el concurso internacional del Pabellón argentino de Frankfurt 2010, en el que obtuvimos mención. Me había tocado hacer una nota para la Fundación Proa, de la Boca, en Radar, el suplemento cultural de Página 12. Los cuadros me/nos pudieron. El Stand terminó siendo un edículo de la lectura a lo San Jerónimo, pero moderno.
JD: Buenos Aires es -definitivamente- un escenario intenso para ejercer las letras y la arquitectura. Cómo sientes que te influye Buenos Aires, en cada una de tus dos venas artísticas?
GN: Buenos Aires es GENIAL. Porque es una ciudad hiperactiva, egomaníaca, complicada pero fácil, muy querible. Es TODO. Me encanta haber nacido aquí.
JD: Sin embargo, tú nos has hecho saber que tu interés y gran parte de tus proyectos están en el sur de Buenos Aires; ese espacio de la ciudad ajeno a las postales y a los turistas. Cómo describirías ese sector de la capital?
GN: Es un sector de oportunidades. Me gusta estar donde todo no ha sido definido, sino que falta. Me gusta ser parte de la falta. Odio lo previsible. No podría vivir, por ejemplo, en Suiza.
JD: Alguna vez mencionaste tu intención de rendirle tributo a Le Corbusier, haciendo una réplica de la Ville Savoy en Barracas. podrías explicarnos aquel proyecto y su estado actual?
GN: Era un chiste para hacer una nota de arquitectura. Las notas casi siempre me salen de chistecitos o equívocos. El mejor discurso que leí sobre espacio público lo escribió el catalán Manuel Delgado Ruiz y comenzó con la mención a un episodio de los Simpsons en el que Homero le recomienda a Bart una regla fundamental: “nunca digas nada en público hasta que estés seguro de que todo el mundo piensa como vos”. Ruiz lo toma como un (gracioso) ejemplo de negociación de diseño en las ciudades. Un buen comienzo para un texto maravilloso.
JD: Aparte del tributo a Le Corbusier, has desarrollado o ideado algún otro tributo a otro arquitecto, o a un escritor?
GN: Me gusta la figura de Rem Koolhaas, por lo buen arquitecto que es, pero además por lo bien que escribe. No hay muchos arquitectos que escriban bien. Me pasa lo mismo con Adolf Loos, de quien amo sus “NOTAS SOBRE LA NADA” (lo hizo 70 años antes que Senfield, ¡chapeau!). El escritor argentino que más admiro es el Saer de “El limonero real”, “Glosa” y “El entenado”. De los extranjeros actuales me quedo definitivamente con Philip Roth.
JD: En tu opinión, que sería peor: Buenos Aires sin Borges, o Buenos Aires sin Clorindo?
GN: Uf. Podría responder fácilmente a la pregunta ¿a quién querés más, a tu papá o a tu mamá?, con un ¡A mi mamá! Pero no a tu pregunta. Quiero a Borges y a Clorindo por igual. O, bueno, lo quiero un poco más a Clorindo, tal vez, por eso de que sigue vivo. Entonces no tengo que querer a un fantasma. Cuando para el concurso del stand para Frankfurt, Cultura de la Nación nombró a los cinco ídolos de la Argentina, yo le hubiera cambiado a Maradona por Clorindo, y me hubieran tenido que garpar buena guita arriba. Según mi criterio, claro, casi nunca coincidente con el oficial.
JD: Mencióname, por favor, las dos obras de tu autoría que más satisfacción te hayan dado. Una obra arquitectónica y una obra literaria, por favor.
GN: De arquitectura te voy a nombrar una que todavía no se construyó, pero parece que la vamos a levantar este año: las plazoletas Magaldi y Unamuno, por las que obtuvimos el primer premio del concurso organizado por el Gobierno de la Ciudad, con Zolkwer Y Gallardo. Vivo frente a la Unamuno, en la calle Unamuno (fanático).
Mi novela que más quiero es “El amor enfermo”.
Mi cuento preferido es “Marvin”.
JD: Cómo sientes que te ha enriquecido la actividad de bloguero en tu arquitectura y en tus escritos?
GN: ¡Es algo fantástico! Muy nutriente, más que los copos Kellogs. El blog sirve para mostrar, para anunciar, para protestar, para discutir, para jugar, para elegir, para conocer, para viajar, para leer, para convencer, para escribir, para escuchar, para pensar, para dibujar, para conquistar, para ver, para boludear… para todo y para nada. ¡Sobre todo para nada!
Deberíamos hacer muchas más cosas inútiles en la vida!!!!!!!!
Como un alegato dadá, me gustaría poder afirmar: YA NO QUIERO SERVIR PARA MÁS NAAAAADAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

1 comentario:

Gus Nielsen dijo...

Gracias, gracias, gracias. Abrazo de oso.